Nuestro ejercicio de roles paternos y conyugales muchas veces se ve afectado por nuestro pasado. Las heridas no sanadas actúan como cadenas que no nos permiten desarrollar nuestro potencial y alcanzar una vida plena.
En este webinar recibirá consejos prácticos basados en principios bíblicos que le ayudarán a perdonar y sanar sus heridas.
Quien perdona demuestra su fortaleza, ya que perdonar, nunca será un signo de debilidad.
No se trata de dar permiso al otro para que vuelva a hacer daño, sino que se puede perdonar cuidando de que no nos hagan daño de nuevo.
Perdonar a quien ofende puede llevar tiempo, es un proceso. No es un acto único que se hace de un día para el otro.
Tampoco es un sentimiento, es un acto de voluntad, producto de nuestra decisión.
El perdón no incluye obligatoriamente la reconciliación. Perdonar o pedir perdón son opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. De hecho, se puede perdonar a alguien que no está, no quiere escucharnos o incluso haya fallecido.
La reconciliación en cambio, es un proceso de a dos.
Por ejemplo, el perdón no supondrá nunca restaurar la relación con alguien que con mucha probabilidad pueda volver a hacer daño.
El perdón no implica olvidar, más bien es recordar pero sin rencor. Implica el cambio de conductas destructivas a positivas hacia el ofensor. Hay ideas erróneas asociadas con el perdón como que si se perdona no se debe acordar o sentirse enfadado por lo ocurrido. También hay que tener en cuenta que no se trata de ponerse en riesgo de que el daño se pueda volver a repetir. Esto suele ocurrir en situaciones de violencia en el hogar o maltrato en vínculos tóxicos.
Perdonar es una decisión, que deja en libertad nuestro corazón y sana toda nuestras heridas. Nos ayuda a que el enojo no se transforme en ira o crezcan raíces de amargura desde nuestro interior.