¿Cómo saber si una iglesia es saludable? Una iglesia saludable refleja tres características clave: ama a Dios, ama a las personas y es inclusiva. Esto también puede ser un termómetro espiritual para nuestra vida. ¿Estamos cultivando nuestra relación con Dios con amor e intencionalidad? ¿Amamos a otros con acciones concretas? ¿Somos empáticos y buscamos incluir a todos en el amor de Cristo?
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1. Amar a Dios
El amor a Dios es el fundamento de nuestra fe y comienza con Su gracia y misericordia. Dice la Palabra: «Nosotros le amamos a él porque él nos amó primero». Este amor se refleja en nuestra obediencia e intencionalidad:
- Obediencia: «Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos.»
- Intencionalidad: A través de disciplinas espirituales como la oración, el estudio de la Palabra, el silencio y la reflexión, podemos cultivar una relación más profunda con Él.
Prácticas para cultivar el amor a Dios:
- Dedicar tiempo devocional diario.
- Experimentar Su compañía en cada actividad cotidiana.
El Salmo 63 lo resume maravillosamente: «De madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela.»
2. Amar a las personas
El amor hacia las personas es el segundo gran mandamiento: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Este amor se refleja en acciones concretas y desinteresadas.
Cómo amar a los demás:
- Dar lo que hemos recibido de Dios: consuelo, apoyo y amor.
- Renovar nuestras motivaciones, enfocándonos en hacer las cosas por amor a Dios y a las personas, no por intereses egoístas.
- Construir relaciones saludables dentro de la iglesia, basadas en tolerancia, aceptación y unidad, entendiendo que somos imperfectos pero unidos por un Dios perfecto.
3. Ser inclusiva y empática
La verdadera inclusión comienza reconociendo nuestra vulnerabilidad para conectar con el dolor y las necesidades de los demás. Mateo 7:12 nos invita a vivir este principio: «Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti.»
Ejemplo de inclusión:
El relato en Marcos 2:3-5 muestra cómo cuatro amigos llevaron a un hombre paralítico a los pies de Jesús. Esta acción nos desafía a salir de nuestra zona de confort para ser una iglesia que:
- Identifica las necesidades de los demás.
- Actúa con compasión.
- Derriba barreras para acercar a otros a Cristo.
Un llamado a reflexionar
Examinemos nuestra vida: ¿Estamos cultivando relaciones saludables? ¿Tenemos un «Pablo» que nos mentoree, un «Bernabé» como compañero de camino y un «Timoteo» a quien discipular? Estas relaciones son esenciales para nuestro crecimiento espiritual.