La identidad ocupacional (I.O.) se refiere a la percepción que tenemos de nosotros mismos como seres ocupacionales. Esta percepción incluye nuestras creencias, valores, habilidades, así como experiencias y vivencias asociadas. Este concepto, se relaciona con la forma en que nos definimos, en función de nuestras ocupaciones y cómo estas nos afectan emocional, social y psicológicamente teniendo una influencia significativa en nuestra calidad de vida y bienestar.
Muchas personas comenten el error de basar su I.O. solo por medio del trabajo. Tras esta monopolización ocupacional suele suceder algo muy peligroso: el bienestar global depende en gran medida de su nivel de éxito en dicho rol. Si fracasan laboralmente, sus vidas se vuelve un fracaso, y si logran el tan ansiado «éxito» suele ser muchas veces descuidando otros roles o áreas importantes de sus vidas. Nos es raro que cuando estas personas se jubilan, aparezcan problemas clínicos y en su salud mental: cardiopatías, trastornos de ansiedad, por mencionar algunas patologías, suelen aparecer cuando ese vacío ocupacional aparece.
Para nosotros, los cristianos, nuestra identidad está anclada en Cristo y esto, en gran medida, es como una columna vertebral donde se desprenden el desarrollo de los demás roles. El trabajo es sólo uno más, no es el único rol desde donde se organiza nuestra vida.
El desarrollo de una vida espiritual sana, atraviesa todos los contextos ocupacionales logrando por medio de la fe, un equilibrio en todas las demás áreas y una concepción nueva de cada uno de nuestros labores: el propósito de servir a Dios y glorificarlo por medio de nuestros empleos.
Nuestros dones, talentos y habilidades, permiten extender el Reino de Dios aquí en la tierra usando nuestro trabajo como escenario para este sagrado fin.
Si necesitas saber en qué está basada tu identidad, te propongo que hagas un pequeño experimento:
Cuando te vayas a dormir, cuando todas las luces estén apagadas, cuando ya nadie esté hablando y cuando trates de conciliar el sueño, presta atención en qué estás pensando.
Tus pensamientos, además de revelar cuales son tus tesoros (Mt 6:21), son también un reflejo de tu identidad.
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